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Mario Barros (Lenguaviva). Profesor universitario, comediante y escritor humorístico cubano-americano. Pueden seguirlo en Facebook (Mario Barros Lenguaviva) y a su amigo Obdulio en Instagram (obdulioduparol). 

Hoy mi amigo nos trae un tema con cuernos y ubre, rico en caseína, grasa, vitaminas solubles y minerales. Sin embargo, no aclara si es entero o deslactosado. Eso, dice el Obdu, lo deja al gusto del consumidor. 

No hace falta ser genio para deducir que el tópico con el que Obdulio nos sorprende esta vez tiene que ver con la leche de vaca, a pesar de que esos cuadrúpedos no abunden en el área de Miami. O sea, es un tema vacuno. Eso lo deduje luego de una profunda reflexión de siete segundos. Aunque me dice el Obdu que también puede ser un tema rumiante. En fin, ordeñémoslo.  

Resulta que mi amigo hace poco leyó en un sitio web que un grupo de científicos de una afamada universidad británica llegó a la brillante conclusión de que, si los dueños de ganado tratan a las vacas de manera cariñosa y les ponen nombres bonitos, los animales producirán más leche. Genial, ¿no es cierto? Casi tanto como el descubrimiento de la leche en polvo. 

A primera vista, parece lógico. A todo el mundo le gusta que lo traten bien y las vacas no son la excepción. Supongo que, con buena alimentación, corrales cómodos y granjeros cariñosos, las vacas se volverán locas produciendo leche. Sin llegar a ser vacas locas, que conste. Y si encima de eso les ponen nombres lindos, las reses se sentirán como Miss Universos Vacunas.   

Añade el artículo que los dueños les suelen poner nombres de flores a los animales. Todos muy floridos, claro. Con eso logran que a las vacas la autoestima les suba a la estratósfera y produzcan muuuuucha leche. No obstante, me parece que no hay que exagerar. No creo que todos los apelativos tengan el mismo efecto sobre las cuadrúpedas. Aunque el texto no lo diga, estoy seguro que ninguna vaca que se llame Amorphophallus (que, aunque no lo crean, es el nombre de una flor) va a producir más leche que una cuyo nombre sea Lirio-del-Valle, por muy floridos que sean ambos nombrecitos. ¿Se imaginan la escena? “¡Vamos Amorphophallus! ¡Hoy no has dado ni medio litro de leche! ¡Te voy a tener que cambiar el nombre…!”

El Obdu me dice que ahora soy yo el que acaba de descubrir la leche condensada. O evaporada, que, según él, es casi lo mismo. Y, luego de esa láctea conclusión, mi amigo se marcha sin decir ni mu. Yo lo veo marcharse y pienso que para gusto se han hecho las vacas y para olisquear, las flores.   Y, con permiso, voy a tomarme un café. Con leche, claro. 

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