Por Martín Alonso Aragón • maggtvradio@gmail.com
La evolución tecnológica le ha hecho daño al mundo. Es difícil de entender y peor aún, decir algo que nos pone en el ojo del huracán. Como periodistas hemos sido formados, no para decir la verdad, pero si para ser la conexión entre dos partes o actores del escenario mundial.
Muchas veces afirmar las cosas generan daños colaterales, pero a veces es mejor decirlas que continuar en un mundo lleno de aparentes desarrollos, que en realidad lo que han hecho es atrasar.
Y para hablar de atrasos, tenemos que empezar por la educación de nuestros hijos, cuya responsabilidad, es exclusiva nuestra como padres. Que ellos sean un aporte positivo para la sociedad, es una tarea que comienza absolutamente en casa.
Y ahí comienza la equivocación de los maestros de nuestros hijos, que en realidad, somos nosotros, Papá y Mamá. En las escuelas hay personas especializadas en diversas áreas que le brindan a nuestros hijos conocimientos y aprendizaje de métodos que en su futuro serán la herramienta para ser de aporte positivo al mundo.
Pero la equivocación reina hoy por hoy entre los padres de aquellos jóvenes que van a la escuela con resabios o mejor dicho, malos aprendizajes; de aquello que aprendieron porque viven encerrados en la tecnología que Papá y Mamá le regalaron en navidad.
Ahí está el ERROR . . . y no lo vemos así. “La tecnología permite que la capacidad del cerebro de nuestros hijos sea más ágil, con respecto a la que tuvimos nosotros, quienes en nuestra época no contábamos con esos recursos”.
Ese es el concepto de un gran porcentaje de padres, y seguramente no podrían estar equivocados, pero aunque suene rudo, la verdadera equivocación se origina en ese 90% del tiempo que sus hijos han estado encerrados en los juguetes de la tecnología.
En nuestros tiempos, jugábamos con nuestros vecinos, corríamos, subíamos en los árboles, nuestro tecleado eran las frutas que conseguíamos en cada rama de cada árbol, no escuchábamos el sonido de un timbre que indica que llegaste al siguiente nivel electrónico… Lo que escuchábamos en ciertas ocasiones, era el “Crash” del vidrio de la ventana del vecino que indicaba que estabas en problemas.
Los indicadores cambiaron. Pero: ¿Saben qué? La ventana tenía arreglo, tal vez un castigo que era no salir a jugar por una semana; o en el peor de los casos, una buena “muenda” . . . pero nadie se traumatizaba. La vida seguía y las amistades se fortalecían.
Hoy nuestros hijos se ven más tranquilos, no rompen ventanas, no juegan en la calle. ¿Dónde está el niño? – pregunta Papá – y Mamá responde: “En su cuarto”. Si supiéramos que hace encerrado con la tecnología, preferiríamos verlo en la calle rompiendo ventanas.
Ya no tenemos como controlarlos y cuando bajan su rendimiento en la escuela, vamos a discutir con sus profesores, dándole sin querer, más libertad a ese niño que no sabemos que hará en su futuro. Lo único cierto es que aquello que haga cuando se vaya de casa; bueno o malo, será el producto del tiempo que le dedicaste y la libertad que le diste para jugar con sus amigos del barrio o con los avances de la tecnología.
No esperemos a entender si nos equivocamos o no, es preferible dejar que corran con sus amigos, que se raspen las rodillas o hasta se rompan un brazo, pero eso pasará y cuando crezcan podrán recordar que vivieron y no que estuvieron presos de la tecnología, porque: “Eso fue lo que me regalaron Papá y Mamá”.
Aún estamos a tiempo de hacer que nuestros hijos vayan a la escuela a aprender y mostrar la formación que como padres nosotros les hemos podido brindar, compartiendo con ellos y dejándolos compartir con los amigos de su entorno, no con los avances tecnológicos, ese es el peor error que podemos cometer como padres, y eso no lo podemos corregir ahora discutiendo con los maestros de la escuela, la responsabilidad es tuya Papá, es tuya Mamá, no busquen respuesta donde no la van a hallar. Es tiempo de reaccionar, está en tus manos . . . mientras tanto, toma este “taco” de DINAMITA y explótate de la risa mientras reflexionas y tomas en tus manos el futuro de tus hijos.