Por el Francotirador
Cuando se acerca la fiesta de Halloween, siempre me acuerdo de un episodio de los dibujos animados de “Los Simpsons”, donde el personaje de Milhouse, amigo de Bart y eterno enamorado de Lisa, invoca la presencia de la Gran Calabaza, quien por fin aparece tras sus ruegos, y al ver que en la celebración se comen pasteles de calabazas, y le abren huecos a esa hortaliza para tallar ojos, nariz y boca, decide devorar a varios personajes de la serie como el propio Homer y Nelson, entre otros, mostrando una vez más el carácter irónico y sarcástico de esa serie que lleva más de 30 años en la pantalla de los televisores.
Siempre es bueno conocer el origen de las cosas: Halloween es una fiesta de origen pagano, que data del siglo XVIII, que se celebra la noche del 31 de octubre, y tiene sus raíces en el antiguo festival celta conocido como Samhian, que significa «fin del verano» y se celebraba al finalizar la temporada de cosechas en Irlanda y Escocia, para dar comienzo al «año nuevo celta», coincidiendo con el solsticio de otoño.
La hambruna que azotó a Irlanda a mediados del siglo XIX, provocó la emigración de cerca de un millón de personas a Estados Unidos. Y debido a la transmisión de sus costumbres, es en este país donde existe una mayor divulgación mediática y cultural de esa festividad, aunque también se celebra en países anglosajones como Irlanda, Canadá, e Inglaterra. Pero además Halloween tiene cierto impacto en países como México y Colombia, entre otros. Para los mexicanos, esa noche sirve para llenar las calles de música, fiestas y buen humor como preámbulo al Día de los Muertos el 1 y 2 de noviembre. Por su parte en Colombia, la festividad está más dedicada a los niños, estos suelen disfrazarse para acudir a los colegios.
Durante esa noche, conocida también como de las brujas, según esa tradición secular, se creía que los espíritus de los difuntos caminaban entre los vivos, y se realizaban fiestas y ritos sagrados que incluían la comunicación con los muertos. Además era habitual colocar una vela encendida en las ventanas para que los muertos “encontraran su camino”.
Si los espíritus malignos no recibían un festín (trato), entonces ellos harían travesuras malas a los vivos (truco). La tradición irlandesa de tallar verduras, nabos preferentemente, utilizados como linternas, responde a la creencia de que estas esculturas protegían a los humanos de los espíritus de los difuntos, que esa noche erraban entre los vivos. El uso de la calabaza fue añadida posteriormente a la simbología que rodea la fiesta de Halloween. Cuando los irlandeses emigraron a Estados Unidos importando esta tradición, se dieron cuenta de que era mucho más fácil tallar una calabaza que un nabo.
El hecho de que esta fiesta haya llegado hasta nuestros días es, en cierta medida, gracias al enorme despliegue comercial y la publicidad engendrada en el cine estadounidense, las tiendas y la televisión. La imagen de niños norteamericanos correteando por las oscuras calles disfrazados de duendes, fantasmas y demonios, pidiendo dulces y golosinas a los habitantes de un oscuro y tranquilo barrio, ha quedado grabada en la mente de muchas personas. Los adultos también aprovechan para exhibir su creatividad y se disfrazan en Halloween.
Lo que comenzó como una fiesta religiosa, hoy en Estados Unidos es una celebración, una especie de “carnaval” anglosajón, con aires de humor negro y terror. El costado irónico de esta historia es que si se hubieran aplicado en aquel momento las leyes antiinmigrantes que existen ahora en este país, los irlandeses no hubieran entrado y no existiría Halloween.
La población latina en el estado de Carolina seguro lo celebrará a su manera, y sobre todo con un ejemplar de Dinamita en las manos para reír, disfrutar de lo lindo y escoger un buen restaurante. ¡A divertirse en Halloween!