Un hombre se enfrentaba aquella tarde a una entrevista más, para intentar conseguir un empleo.
Llegando a la oficina que le indicaron, frente al entrevistador, esto fue lo que sucedió:
¿Cuál fue su último salario?
Salario mínimo, responde el hombre.
Pues me alegra informarle que si usted es contratado por nosotros, su salario será de $10.000 por mes.
¿Me lo jura…?
Por supuesto!. Y dígame, ¿qué carro tiene usted?
La verdad es que yo tengo un carrito para vender helados en la calle, y una carretilla para transportar escombros…
Entonces, sepa que si usted viene a trabajar con nosotros, inmediatamente, le daremos un BMW convertible último modelo, y un Audi A6 para uso de su esposa, ambos cero kilómetros.
¿Me lo jura…?
Sí señor!. ¿Usted viaja con frecuencia al exterior?
Bueno,… lo más lejos que yo viajé, fue a un pueblito cerca, a visitar unos parientes.
Pues si usted trabaja aquí, viajará por lo menos 10 veces por año, con agendas entre Paris, Londres, Roma, Mónaco, New York, Moscú… entre otros países.
¿Me lo jura…?
Es como le digo, señor… ¡y le digo más: el empleo es casi suyo!. ¡No puedo confirmarle 100% ahora, porque tengo que cumplir un requisito de informarle antes a mi gerente, pero está casi garantizado!.
¡Si hasta mañana viernes, a las 12:00 de la noche, usted no ha recibido un telegrama de nuestra empresa cancelando todo el proceso, significa que puede venir a trabajar el lunes a las 8:00 de la mañana…!
El hombre salió radiante de la oficina!. Ahora era sólo esperar hasta la medianoche del viernes, y rezar para que no apareciera ningún telegrama.
Al día siguiente todo era optimismo… no podía haber existido un viernes más feliz que aquel. El hombre reunió a toda la familia y les contó las buenas noticias.
Después convocó al barrio entero, y les informó que estaba comenzando una fiesta gigante, con música en vivo y trago para todo el mundo, al cual estaban todos invitados.
Cuando eran las 5:00 de la tarde, ya se habían tomado varias cajas de cerveza y ron y muchos kilos de carne asada al carbón.
Conforme avanzaba el día, más personas llegaban y la alegría desbordaba.
¡A las 9:00 de la noche el barrio estaba extasiado y la fiesta hervía!.
La banda tocaba sin parar en tarimas improvisadas, todos bailaban y comían, mientras el trago rodaba sin cesar. A las 10:00 de la noche la mujer del hombre empezó a preocuparse, pues le parecía que aquello ya era demasiada exageración… pero todo continuaba.
La vecina buenota, la apetecida del barrio, ya comenzaba a bailar descaradamente y a apretarse contra el hombre, haciéndole descarados coqueteos.
La banda seguía tocando, el volumen aumentaba, la cerveza corría por litros, el ron ni se diga, todo el mundo bailaba desaforado, la carne humeaba en las parrillas y era consumida en cantidades….
¡A las 11:00 de la noche el hombre ya era el rey del barrio!. A estas alturas ya sumaban cifras gigantes… pero todo sería por cuenta del primer sueldo.
Las cuentas de gastos, para divertir y para llenar la barriga del pueblo. La mujer del hombre seguía medio afligida, medio preocupada, medio celosa, medio resignada, medio alegre, medio boba y medio asustada.
Once horas y cincuenta minutos… y doblando la esquina, al final de la calle, aparece un motociclista vuelto loco, entrando en la calle de la fiesta a toda velocidad y tocando insistentemente el pito de la moto.
¡¡¡Era el cartero…!!!
La fiesta paró en 1 segundo…
La banda se silenció al unísono…
El primo del hombre se ahogo con un pedazo de carne…
Un borracho eructó…
Un perro comenzó a aullar…
¡¡¡Dios mio… !!!…. ¿Y ahora quien va a pagar la cuenta de esta fiesta?
¡¡Pobrecito el dueño de la casa…!!, era la frase que la multitud murmuraba, y se repetían unos a otros.
Tiraron unos baldes de agua encima de las parrillas de la carne, y hasta los carbones humeantes parecían llorar.
Desconectaron los refrigeradores que contenían los barriles de cerveza. Los músicos se bajaron de la tarima.
La mujer del hombre se desmayó cuando la moto del correo paró frente a su casa, y preguntó:
¿Señor Gerundio Tacaquipa?
Si, sí… si se… si señor… soy… soy yo…
La multitud no resistió más. Un ‘Oooohhhh’ apesadumbrado se escuchó en todos los alrededores. Algunos comenzaron a recoger sus cosas para retirarse a sus casas.
Mujeres lloraban abrazadas.
Los hombres se daban palmaditas de consuelo en los hombros, los unos a los otros.
El mejor amigo del hombre estrellaba repetidamente su cabeza contra la pared.
La vecina buenota se componía la falda y se arreglaba el cabello.
¡Telegrama para usted…! El hombre no lo podía creer. Agarró el telegrama con sus manos temblorosas y con los ojos llenos de lágrimas. Irguió la cabeza y miró con valentía y tristeza a toda la multitud que aguardaba expectante.
Un silencio total se apoderó del barrio…
Respiró profundo y comenzó a abrir el telegrama. Sus manos temblaban y una lagrima se deslizó, cayendo sobre el pavimento.
Miró de nuevo a todos los que hacía unos minutos lo idolatraban; todo era consternación general.
Logró sacar el telegrama del sobre, lo abrió y comenzó a leer.
El pueblo aguardaba en silencio y se preguntaba: ‘¿Y ahora quien va a pagar toda esta cuenta?’
El hombre comenzó a leer el telegrama. A medida que lo hacía, su rostro cambiaba de expresión y fue quedando muy, muy serio.
Terminó su lectura y se quedó abstraído, mirando hacia la nada.
Levantó de nuevo el papel y volvió a leerlo. Al final dejó caer los brazos,
levantó lentamente la cabeza, sacó pecho y miró al pueblo que lo esperaba.
¡Entonces… una sonrisa comenzó a dibujarse lentamente en el rostro!.
En ese momento comenzó a saltar, a aullar de felicidad, brincando como un niño, abrazándose con los que estaban a su lado en la mayor demostración de felicidad ya vista, mientras gritaba eufórico:
Se murió mi Primo………………
¡Se murioooooó!