Había una vez una granjero que tenía varios cerdos. Un día llego un desconocido y le preguntó: “¿Señor con qué alimenta a sus cerdos?”
El granjero le contestó: “Mire, en la mañana les doy tortilla dura y en la tarde les doy sobras de comida.”
El desconocido le respondió, molesto: “Yo soy de la sociedad protectora de animales, y usted no alimenta como se debe a sus cerdos, le voy a poner una multa.”
Otro día llegó otro desconocido, y le preguntó al granjero: “¿Señor, que les da de comer a sus cerdos?”
El granjero contestó: “Mire, en la mañana les doy huevos rancheros a cada uno con un par de hotcakes y un vaso de leche”.
El desconocido, molesto, no lo dejó terminar y le dijo: “Yo soy representante de una fundación de ayuda a niños de la calle, y esa comida que usted le da a los cerdos podría servir para alimentar a niños que no tienen qué comer. Lo voy a multar”.
Otro día llegó otro desconocido y le preguntó al granjero: “¿Señor, con qué alimenta a sus cerdos?”
El granjero cansado de tantas multas responde:
“Mire… En la mañana les doy diez pesos a cada uno, y que se compren lo que quieran.”