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Había fallecido un hombre y cuando estaban velándolo llegaron los
sepultureros, y la esposa empezó a
gritar:

– ¡No se lo lleven por favor, no se lo
lleven!

– Señora, tranquila. Hemos venido para enterrar al muerto.

– ¡No se lo lleven, no se lo lleven!
Seguía gritando.
Hasta que uno de los sepultureros ya cansado le dijo:

– Bueno señora, ¿Por qué no deja que nos llevemos el muerto?
Y ella le responde:

– ¡Es que es la primera vez que duerme
en la casa!

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