Por Francisco Puñal Suárez
El 15 de enero de 2013 fallecía el multipremiado caricaturista ucraniano Yuri Kosobukin. Ahora, al conmemorarse el tercer aniversario de su desaparición física, el Centro Europeo de la Caricatura, de la ciudad belga de Kruishoutem, le rinde homenaje con una exposición antológica de su obra, que permanecerá abierta hasta el 3 de abril.
La noticia de su fallecimiento nos entristeció a todos los que apreciamos el valor de sus caricaturas, por su honestidad crítica y sus cualidades artísticas. Kosobukin participó con sus dibujos en cientos de concursos de humor gráfico, donde ganó más de 450 reconocimientos, entre ellos más de 100 primeros premios. Su trabajo fue apreciado en muchos países del mundo, y realizó exposiciones personales en naciones como Francia, Alemania, Italia, Polonia, Rusia, y Turquía, entre otras.
El estilo de Yuri Kosobukin era inconfundible, y su nombre está escrito en las páginas de oro de la caricatura mundial. Su trabajo intenso y su brillante talento le permitieron publicar miles de dibujos en revistas y periódicos, en sus muchos años de trabajo. La gente admiraba y comprendía su obra, a pesar de las diferencias culturales, por el carácter universal de la misma.
Yuri Kosobukin, nacido en 1950, publicó su primera caricatura en la prensa en 1976. Él sabía que al trabajar y crear diariamente, su obra era conocida y aplaudida en numerosos países extranjeros, y que también, al abordar los eternos sentimientos humanos y sus contradicciones, tenía asegurado un público que lo seguía, y que el paso del tiempo no le restaba interés en lo más mínimo a sus dibujos, muchas veces llenos de melancolía, y con una visión irónica y crítica.
Ningún tema escapó a su mirada, todo tiene importancia en su enfoque sobre las relaciones humanas, la burocracia política, los dogmas, la guerra, el medio ambiente, y los numerosos problemas que enfrenta el universo.
Su bisturí artístico penetró allí donde las situaciones sociales son escenarios de los dramas cotidianos de la humanidad, y donde las personas, de todas las clases sociales, muestran, en muchas ocasiones, sus ambiciones y deseos, en algunos casos repulsivos. Sus caricaturas son al mismo tiempo simpáticas y tristes.
Cuando Yuri Kosobukin realizó sus primeras caricaturas no tenía una trayectoria artística. Había estudiado ingeniería aeronáutica en Kharkiv, y trabajaba en el Centro Antonov de Diseño de Aviones, en Kiev. Tenia 26 años. Para suerte de los que apreciamos el arte, el humor y la caricatura, a partir de ese momento de ruptura y de cambio, el talento de Yuri Kosobukin no dejó de crear imágenes que nos hacen mirarnos en el espejo de la vida.