Por Francisco Puñal Suárez
Pienso que el humor y la sátira son importantes como contrapeso a toda solemnidad, y le otorgan un equilibrio a la vida. Son una bofetada, un despertar, una ventana que creíamos cubierta por el polvo de la seriedad –expresa el multifacético artista plástico peruano Walter Toscano.
Pintor, dibujante, ilustrador, poeta y realizador de muñecos de trapo, Walter estudió en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de Trujillo, y después decidió sumergirse, de forma autodidacta, en el mundo del humor gráfico, mediante la observación de caricaturas en revistas y libros, y, estudios de este maravilloso arte. He tratado –dice Walter- de aprender de los mejores.
Necesito mucha tranquilidad -expresa Walter- y concentración para dibujar . A menos que la caricatura sea lineal, trato de que la línea sea lo menos visible. Para lograrlo o intentarlo al menos, uso dedos para difuminarla, eso en cuanto a mis obras a carboncillo. En mis caricaturas pintadas, hago un dibujo a grafito, y sobre él mancho con acrílicos (a la aguada) para no perder el dibujo. Luego voy aumentando el grado de consistencia del color hasta volverlo más cubriente. El acto final, de afinamiento, es de sumo cuidado. Por ejemplo, las caricaturas de Mario Benedetti y Julio Cortázar están hechas a carboncillo, a mano alzada, como todas mis obras, yo no hago caricaturas digitales.
A la hora de hacer una caricatura fisonómica -manifesta Walter- no sólo es importante estudiar el rostro de la persona desde diferentes ángulos, sino también haber leído su obra, saber quién fue… Lógicamente me valgo de varias fotografías del personaje, me informo sobre su vida y obra. La mirada es vital, es importantísima, el gesto, la inclinación de la cabeza, las arrugas alrededor de los ojos y la frente… entre otras cosas, y finalmente la tonalidad de la piel, los ojos, el cabello…
Me resulta emocionante ver cómo un dibujo, que hago con líneas, trazos y manchas de color, en completa armonía, adquiere vida propia y expresa mi punto de vista –finaliza.