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En un banco de un parque,
dos ancianitas disfrutan
el calorcito del sol. Todas
las mañanas, por los
últimos doce años, se han
encontrado en el mismo
banco, han conversado
y disfrutado de la compañía
respectiva.
Esa mañana, la más joven de las dos,
le dice a la otra:

Perdona la pregunta, me da pena,
después de tantos años, ¿Cómo te
llamas?
La interpelada la mira fijamente, con
expresión de angustia pintada en el
rostro. Por dos largos minutos, calla,
hasta que, finalmente balbucea:

¿Cuán pronto necesitas de esa
información?

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