Un hombre lleva a su mujer a una clínica para ser sometida a una intervención quirúrgica. Como fue una larga operación, el tipo regresa a su casa para atender a sus hijos que habían quedado solos. Más tarde, llama a la clínica para enterarse del resultado de la operación.
“Buenas tardes, ¿Quién habla?”
“Hola, ¿es la clínica?”
“Sí señor”.
“Le habla Pedro Ripiales. Quiero saber cómo salió mi esposa…”
Pero en ese momento, el teléfono se liga con un taller de reparaciones que estaba hablando con un cliente por el arreglo de una motocicleta.
“Hola, hola, ¿me están oyendo?”
“Perfectamente, señor. En cosa de dos días se la entregaremos”.
“Entonces, ¿todo va bien?”
“Sí, ¡pero qué problemático fue! La desmontamos toda por dentro. Tenía muchísimas cosas en mal estado, pero ya las cambiamos y dentro de dos días va a poder montarla”.
“¿Montarla?”
“Sin miedo alguno. Le cortamos el tubo de admisión porque lo tenía muy largo. ¡Se ve que usted le da duro!”
“Pero, señor…”
“El desgaste de las paredes nos lo demuestra. Usted debería engrasarla más a menudo”.
“¡Eso es demasiado señor!”
“Además, debo decirle que su pistón está muy usado. No vale nada. Como usted comprenderá, le introdujimos un pistón más grueso que el suyo y hemos quedado sorprendidos del resultado. También le ampliamos el tubo de escape que estaba abollado”.
“¿Del escape?”
“Sí, por donde salen los gases. Estaba casi completamente tapado, pero ahora quedó que da gusto”.
“¿Pero, qué grocería?”
“No se inquiete, que ahora todo marcha bien. Yo mismo la probé. Después la hemos montado siete y con todos se ha portado maravillosamente”.